Para la entrevista de hoy tenemos con nosotros a Rafael López Sánchez que nos hablará de sus primeros pasos como traductor, de su especialidad en traducción audiovisual, su actividad de enseñanza y sobre cómo ha hecho para montar en equipo una plataforma de cursos exitosa.
Licenciado en Traducción e Interpretación por la Universidad de Granada, Rafael realizó un Máster en Traducción Audiovisual, especializándose en traducción audiovisual, localización y textos tecnológicos, y también un posgrado en diseño gráfico publicitario, que le permitió especializarse en maquetación y diseño.
Como autónomo ha trabajado traduciendo diversos documentales, películas y series para el grupo Mediaset, Netflix o Yomvi, entre otros canales y plataformas; y también videojuegos para consolas y móviles.
Tras dos años escribiendo en el blog Traduversia decidió lanzarse e implicarse en acciones formativas, participando en eventos de traducción y como docente en diferentes cursos.
Actualmente podemos encontrarlo en su página jugandoatraducir.com, en los cursos online de traduversia.com o en su web profesional rafaellopezsanchez.com.
- ¡Hola Rafael!
¡Hola, Adrián y compañía! Qué ganas tenía de sacar un huequito para responder a tus preguntas. Vamos al lío. 😊
- Vamos directamente a la primera pregunta. ¿Tú tenías claro que querías ser traductor o fue más bien casualidad?
Tenía claro que me gustaban los idiomas y que se me daban bien, sobre todo el inglés. La decisión la tomé con 15 o 16 años, cuando opté por el bachillerato humanístico que incluía griego y latín, dos asignaturas que fueron muy importantes para mí. En los dos años de bachillerato, me di cuenta de que disfrutaba muchísimo traduciendo en clase. También es cierto que tuve la gran suerte de tener a un gran profesor (Joaquín Ochoa, ya jubilado), que creaba un ambiente muy agradable en el aula. Las clases eran grupos pequeños de entre 6 y 10 alumnos, así que podía hacer cosas como ponernos The Dark Side of the Moon de Pink Floyd mientras traducíamos, y de repente cortaba y nos explicaba cómo usar correctamente un diccionario bilingüe o qué diferencias había entre la sintaxis del latín, del español o del inglés. Era un crack.
- ¿Qué te gustaba de esta profesión o que te llevó a dedicarte a ella?
Supongo que, al principio, cuando era estudiante, la tenía muy idealizada —como todos—. Ya en bachillerato, me gustaba sentarme en casa, tranquilo, a hacer las declinaciones de latín o a traducir pasajes en griego clásico, como aquel del evangelio de Marcos, que se me quedó grabado:
Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja, que para un rico entrar en el reino de Dios.
Disfrutaba mucho de esa sensación de paz al traducir y pensaba que era algo de lo que quería seguir disfrutando en el futuro. En aquella época imaginaba que los traductores debían trabajar de una forma similar, encerrados en su torre de Babel rodeados de papeles, libros y diccionarios. Así era como me encontraba a Joaquín Ochoa, mi profesor, cuando entraba en su pequeño departamento a dar clase, así que creo que esa idealización tan humanística me influyó bastante a la hora de elegir la carrera de traducción.
Luego, claro está, con el tiempo me di cuenta de que ser traductor era otra cosa bien distinta y que la informática y las nuevas tecnologías jugaban un papel fundamental en el oficio, pero era algo que no me desagradaba, ya que tuve mucho apego a la informática desde que era un crío. Por ejemplo, con 15 años hice mi primer curso de Dreamweaver, y poco a poco empecé a usar de forma autodidacta otros programas más complejos como las suites de Adobe o Corel. Por aquel entonces no era consciente de lo mucho que me iba a servir conocer esas herramientas unos años después.
- ¿Hubo algún momento en el que te plantearas cambiar de profesión?
Aunque me duela decirlo, reconozco que tuve mis vaivenes cuando era universitario. En tercero o cuarto de carrera, un profesor nos dijo que a esas alturas ya debíamos tener claro qué queríamos hacer. Hizo un sondeo a mano alzada de si alguno se arrepentía de haber elegido traducción como carrera y recuerdo que yo fui uno de los 3 o 4 que levantaron la mano. En aquel momento, acababa de matricularme en el conservatorio para estudiar contrabajo y, además, tocaba el bajo eléctrico en varios grupos de Granada. Fíjate que hasta me sacaba un pequeño sueldín, así que la cabeza se me llenó de pájaros. Si a eso le sumas que mis padres son los dos músicos (mi padre es guitarrista y mi madre, flautista), pues era fácil para un postadolescente como yo pensar que podía haberme equivocado de carrera, sobre todo cuando llevas años traduciendo textos infumables que no te gustan o sufriendo en clases la mar de complicadas como interpretación simultánea.
Menos mal que soy una persona que intento acabar todo lo que empiezo, así que, aunque lo pasé un poco mal, hice un último esfuerzo y terminé la carrera. Con el tiempo comprendí que tal vez los dos últimos años de carrera habían sido demasiado duros, lo que podía haberme desilusionado un poco y llevarme a buscar esa ilusión perdida en otras aficiones que tenía, aunque por suerte también apareció la traducción audiovisual en ese momento para reengancharme y darme la motivación que quizá había perdido.
Cuando aprobé la última asignatura troncal de la carrera (interpretación consecutiva, ejem…), comprendí que tenía la oportunidad de cumplir los sueños vitales que tenía en aquel momento, más allá del oficio, que eran emanciparme e irme a Tomelloso a vivir con mi pareja, con la que mantenía una relación a distancia desde hacía ya unos años. Ah, lo que no pueda el amor…
- ¿Cómo fueron tus comienzos profesionales?
Difíciles, como los de casi todos mis colegas traductores. Cuando estaba terminando la carrera, hice unas prácticas a distancia con Acción Contra el Hambre, una ONG internacional con sede en Madrid. Aquella fue una bonita experiencia, ya que me permitieron trabajar como si fuera freelance, con algunas visitas puntuales a Madrid para hacer balance de mi trabajo. Las prácticas consistían en subtitular vídeos y maquetar documentos promocionales, dos tareas que me gustaban mucho, así que aquella experiencia me animó a desarrollar aún más ambas facetas, que a la postre acabarían convirtiéndose en mis especialidades. Tras acabar las prácticas y a la vez que empezaba como autónomo, me matriculé en el MTAV del ISTRAD e hice un posgrado en diseño gráfico publicitario para completar mi formación, y sin duda creo que esa fue una de las mejores decisiones que pude tomar en aquel momento.
Por otro lado, también me surgió la gran oportunidad de traducir varias series de televisión y documentales que fueron emitidos en varios canales de televisión. Me contactó un estudio de doblaje de Madrid a través de LinkedIn y aquella experiencia me ayudó a confirmar que, efectivamente, quería que la traducción audiovisual estuviera muy presente en mi vida profesional. Aquel fue mi primer paso verdadero hacia el mundo freelance, ya que al poco tiempo de empezar a colaborar con ellos me di de alta y empecé a facturar proyectos, con la fortuna de que pude acogerme a la tarifa plana para jóvenes emprendedores que acababan de lanzar justo aquel año (sí, la de los 50 €). Esa medida me ayudó muchísimo, y me consta que también ha ayudado a muchos otros colegas.
También tomé la sabia decisión de empezar a asistir a eventos de traducción, con la fortuna de que me invitaron a dar mis primeras charlas con apenas 24 añitos (recién salido del horno, como quien dice). Ir a estos eventos me ayudó a meter cabeza en el sector y a conocer a muchos colegas que al final acabaron siendo de suma importancia en mi devenir profesional, como Pablo Muñoz o Damián Santilli, por citar un par de nombres. 😊
- ¿Qué aconsejas a otras personas que quieren seguir tus pasos y convertirse en traductores? Aparte de hacer tus cursos, claro.
Que no intenten imitar o repetir el camino que ya han recorrido otros, incluido yo. Muchas veces, los jóvenes, cegados por las ansias que tenemos de alcanzar el «éxito», caemos en imitar a otras personas que parecen ser exitosas o en repetir fórmulas que parecen funcionar. Esto es un error, porque lo que le ha podido funcionar a una persona en un momento dado podría no funcionarte a ti, por más que te obceques o por muy de rosa que te hayan pintado ese camino a recorrer.
Desde luego, estudiar la carrera de traducción y complementar tu formación con un máster y unas prácticas en una empresa podrían ser la fórmula a priori más adecuada para ser traductor profesional, pero eso no significa que haciendo eso vayas a acabar traduciendo la película o el videojuego de tus sueños o convirtiéndote en un profesional de «éxito». Al final la vida se basa en oportunidades, en trenes que pasan de forma repentina, sin avisar, y a los que decides si te subes o no en ese momento. El máster y las prácticas te pueden ayudar, claro, pero también otras aptitudes que hayas desarrollado por tu cuenta, como me ocurrió a mí con el diseño y la maquetación, por ejemplo. La vida tiene mucho de azar y por eso hay que saber aprovechar las oportunidades que se te presentan con los recursos de los que dispongas en un momento concreto.
En mi caso, empecé a trabajar como autónomo al poco tiempo de acabar la carrera, sin tener experiencia en agencia y sin haber estudiado ningún máster y, aunque reconozco que me costó mucho empezar y establecerme como autónomo, me las arreglé bastante bien, pues logré satisfacer a la mayoría de clientes que me fueron surgiendo, aunque no sin dificultades. Esas dificultades me animaron a seguir formándome, porque sentía que necesitaba ampliar mi formación para mejorar como profesional. Por eso siempre aconsejo a los estudiantes y traductores noveles que, antes de meterse a un máster o a un posgrado, prueben a ejercer el oficio con unas prácticas o algún encargo o proyecto suelto para saber si realmente les gusta o no, ya que puede ocurrir que la traducción no sea para ellos.
Es fácil idealizar lo bonito que sería traducir la última novela de J. K. Rowling, la última película de Woody Allen o el último juego de Super Mario, sobre todo si vamos a charlas en las que nos lo pintan todo muy bonito, pero luego la realidad puede ser bien distinta. Si te paras a pensarlo un momento, pueden pedirte que traduzcas la novela de J. K. en un plazo imposible, pueden ponerte una tarifa irrisoria para traducir la última de Woody Allen (el sector del doblaje está regular últimamente), o tal vez el último Súper Mario esté lleno de hojas de Excel infumables que harán que desees no haber nacido. Y, en cambio, tal vez un día cualquiera te pidan traducir una ópera de Rossini que probablemente nadie va a ver, y sin darte cuenta ese acaba convirtiéndose en el proyecto que más disfrutas y el mejor pagado. Esto ocurre con mucha frecuencia, así que conviene no cerrarse a nada y dejar a un lado las idealizaciones.
Resumiendo, si tuviera que resumir todos estos consejos en varios puntos serían los siguientes:
- No imites más de la cuenta a otros profesionales o intentes seguir fórmulas preconcebidas, tal vez esos no sean los caminos que te gustarían recorrer y luego te arrepientas. En lugar de eso, sigue el camino que crees que debes seguir.
- Fórmate en función de tus necesidades y objetivos, y no tanto por querer llenar tu calendario o porque todos los demás lo hagan.
- Haz buenos contactos, tanto de forma presencial (en eventos, quedadas, etc.) como virtual (redes sociales, blogs, etc.).
- Procura no idealizar más de la cuenta qué bonito sería hacer equis cosa. Prueba primero el oficio o la actividad a la que quieras dedicarte (la traducción audiovisual, por ejemplo) e investiga sobre ella lo suficiente como para saber si te gusta o no. ¡Tal vez no sea tan bonita como piensas! O, ¿quién sabe? ¡Tal vez sea incluso mejor de lo que creías! 😊
- Apúntate a TODOS los cursos de Traduversia. 😝
- ¿Hay algún error que hayas cometido ante el que te gusta prevenir a otros?
Tantos que no sé si podría enumerarlos en esta entrevista. Un error muy habitual que creo que cometemos todos en algún momento es decir que sí a proyectos o encargos que nos vienen grandes. Al principio tenemos tantas ganas de trabajar que no queremos decir que no a nada, y tal vez no somos conscientes del daño que puede hacernos eso. Por ejemplo, en su momento me animé a hacer una prueba para una agencia de traducción que buscaba traductores técnicos y médicos. Les dije que había recibido formación (no era mentira, pues había estudiado asignaturas sobre esas especialidades en la carrera, aunque quizá insuficiente, pero yo no era consciente) y me tiré a la piscina. ¿El resultado? Suspendí la prueba dos veces y el cliente se quedó con una imagen de mí bastante mala, cuando en un principio me veían como un traductor con cierta reputación por mi visibilidad en Internet. Afortunadamente, el tiempo me dio una tercera oportunidad y logré trabajar para esa empresa, aunque no como traductor, sino como maquetador.
Así que, niños, repetid conmigo: no aceptaré un proyecto para el que no esté debidamente cualificado. Es cierto que en ocasiones te puedes arriesgar y te puede salir bien la jugada, pero desde luego hay que saber prever en qué marrones te puedes meter y en cuáles no.
- Hoy se ve que no te falta el trabajo, ¿cuáles dirías que son las claves que te han llevado hasta aquí?
Supongo que son un cúmulo de valores y circunstancias, pero de todas ellas destacaría lo siguiente: trabajar incansablemente y con buena actitud. Incluso cuando he hecho una prueba de traducción y la he suspendido, siempre me he quedado con la sensación de haber dado el cien por cien. Por supuesto, cuando trabajo para mis clientes, siempre intento darles lo mejor de mí, y creo que en parte por eso siguen contando conmigo (o eso quiero pensar). La buena actitud influye también, ya que no es lo mismo trabajar con un profesional motivado y positivo que con uno que está siempre de mal humor o que se borra cuando surge el más mínimo problema. En ese sentido, creo que es fundamental tener una actitud positiva, porque ese optimismo hará que tus clientes te vean como una persona que les ayuda y que además disfruta haciéndolo.
En segundo lugar, y aunque me exponga a que me etiqueten de Coelhista, considero que la autoconfianza también es un factor muy a tener en cuenta. Cuando empecé, quizá no tenía los mismos apoyos externos y la misma seguridad que tengo ahora que ya estoy establecido. La profesión de traductor no es muy conocida todavía —desgraciadamente— y eso hacía que, por ejemplo, hubiera familiares, conocidos y allegados que no terminaban de entender a qué me iba a dedicar o que no terminaban de ver que pudiera tener futuro en esto. Muchos me decían o parecían que pensaban: «¿Ese es un trabajo de verdad?». Y yo, que vivía aún con mis padres, me venía abajo en esos momentos, pero fui fuerte, creí en mí, trabajé duro y no dejé que aquello me afectara más de la cuenta. Y ahora, aquí estoy, emancipado y viviendo de lo que tanto me gusta. Y que me dure mucho.
Por último, creo que es primordial ser humilde y tener ganas de aprender. Los traductores tendemos a ser personas muy detallistas y perfeccionistas, algo que algunas veces puede ser contraproducente, pues no siempre estamos acostumbrados a que nos corrijan o a que nos critiquen por algo que hayamos hecho mal o por debajo de lo esperado, sobre todo cuando estamos empezando. Eso puede provocar respuestas negativas, resentimientos o venganzas tontas que pueden perjudicarnos seriamente como profesionales. Por eso, en momentos así, yo siempre recomiendo tomar un vasito de humildad traductoril, o un supositorio si el ataque es grave. 😃
- ¿Por qué decidiste especializarte en la traducción audiovisual? ¿Qué tenía para ti esa rama que no tuvieran otras?
Porque me sentí como pez en el agua desde el primer momento. Me pasé la carrera traduciendo contratos, textos farmacológicos y testamentos, entre otras cosas, y siempre iba justito (no era el mejor estudiante, las cosas como son) o acababa un poco asqueado porque no me gustaban nada ese tipo de textos. Cuando llegaron las asignaturas de TAV, informática o programación multimedia, cambiaron las tornas. La competencia informática que había desarrollado en mi adolescencia me hacía destacar con facilidad por encima de otros compañeros que me quitaban las pegatinas en otras asignaturas, así que me di cuenta de que ahí podía tener una cierta ventaja y, claro, intenté aprovechar eso al máximo.
Luego, por supuesto, la TAV era algo que me gustaba mucho. La primera vez que vi unos subtítulos creados por mí en la pantalla del PC o, más tarde, en la televisión; sentí una felicidad y una satisfacción que no había sentido nunca. Lo mismo ocurrió cuando conseguí traducir el APK de un videojuego por mi cuenta, casi lloraba de la felicidad y quería enseñarle el resultado a todo el mundo. Así que me di cuenta de que era una cosa que me encantaba y a la que podía dedicarle horas y horas en casa de forma completamente vocacional.
Esa avidez que tenía por seguir aprendiendo influyó mucho. Recuerdo que la asignatura cuatrimestral que había en cuarto curso de la FTI de Granada me supo a muy poco y yo no paraba de trastear en casa con el ordenador. Echaba muchas horas, incluso los fines de semana, así que cuando me di cuenta de que prefería quedarme en casa “romhackeando” o subtitulando antes que salir de fiesta o ensayar con el grupo en el que tocaba el bajo, la cabeza me hizo clic y comprendí que eso era a lo que quería dedicarme en el futuro.
- ¿Qué opinas del mercado de la traducción audiovisual en España? ¿Piensas que es buena idea meterse ahora en él?
Supongo que depende mucho de las aspiraciones que tenga cada uno. Si tu ilusión o tu prioridad es hacerte millonario o ganar mucha pasta, trabajar en el sector de la traducción audiovisual probablemente no será la mejor idea. Ahora, si tu prioridad es dedicarte a algo que te guste y te encanta la traducción, entonces puede ser el mejor oficio del mundo, aunque no sea el mejor pagado en estos momentos.
En los eventos recientes a los que he podido acudir, como el VI Congreso Latinoamericano de Traducción e Interpretación celebrado en Buenos Aires, o el VI Congreso SELM celebrado en Sevilla, pude contrastar la información que tenía sobre tarifas con la información de otros colegas, y prácticamente todos estaban de acuerdo en que las tarifas son bajas y que, peor aún, van a la baja. Esto se debe a múltiples factores de los que podríamos hablar largo y tendido, pero intentaré tocarlos de la manera más concisa posible.
En primer lugar, destacaría que, a diferencia de hace 20 o 30 años, actualmente hay un gran volumen de trabajo, pues cada vez hay más canales y plataformas que emiten productos audiovisuales, que también son cada vez más numerosos. Si echamos la vista atrás, a principios de los 90 apenas había 4 o 5 canales de televisión en España. En los años sucesivos llegó el boom de los canales privados y el nacimiento de formatos como el DVD y el Blue-Ray, que provocaron un auge en trabajo y volumen en el sector, que quizá podría ser comparable al auge que estamos viviendo ahora mismo en la actual era de las plataformas de televisión a la carta, con Movistar+ como máximo exponente en España y con los recientes desembarcos de Netflix, HBO y compañía.
Que haya volumen puede verse como algo positivo, pues implica que hay trabajo para todos, pero también tiene su lado negativo ya que, a mayor volumen, mayor competencia dentro del sector, lo que también redunda en tarifas bajas para muchos. En España, por ejemplo, las facultades de traducción «vomitan» a cientos y cientos de traductores titulados cada año, síntoma del gran interés que generan los estudios de traducción actualmente. Pero de nuevo, si echamos la vista atrás, vemos que hace 20 o 30 años la carrera de traducción no existía o estaba en pañales en algunas universidades, por lo que fácilmente podemos concluir que el oficio del traductor era un oficio mucho más exclusivo que ahora. Si a esto le añades que muchas empresas prefieren dejarse llevar por la globalización y contratar a personas no tituladas o no cualificadas de otros lugares del mundo que aceptan cobrar dos o tres céntimos de dólar por palabra, tienes todos los ingredientes necesarios para el desplome de las tarifas en nuestro mercado.
Expuesto todo este ladrillaco —justo y necesario para entender y contextualizar mi respuesta final—, diré, porque así lo creo y así lo veo, que sí es buena idea trabajar en el sector de la traducción audiovisual en estos momentos, pero que es muy importante formarse debidamente para convertirse en un profesional muy cualificado y productivo. Cualificado, porque eso será lo que te permitirá destacar por encima de otros profesionales y cobrar tarifas dignas amparándote en la calidad del trabajo que ofreces por tu elevado nivel de especialización; y productivo, porque si lo eres podrás aumentar tu rentabilidad exponencialmente y no verte tan afectado por la tendencia a la baja del mercado.
- Poniéndonos en plan futuristas, ¿cómo ves el futuro de la traducción? Quiero decir, la inteligencia artificial avanza pasito a pasito, cómo crees que esto va a afectar al sector de la traducción.
Muy similar al presente, la verdad. Aunque es cierto que se han hecho muchos avances en los campos de la traducción automática y asistida por ordenador, no creo que la inteligencia artificial pueda acabar con la profesión del traductor ni a corto ni a largo plazo, por mucho que los cuñados de sobremesa y demás listillos insistan en hablar de la traducción automática como «la gran amenaza de los traductores». Para que eso ocurra, aún tienen que abordarse retos y problemáticas para las que no atisbo solución alguna a corto plazo.
Siempre me gusta recurrir a un símil culinario para abordar este asunto. Tú, querido lector que lees esta entrevista, contesta mentalmente a la siguiente pregunta: ¿prefieres comer un plato cocinado por un robot de cocina o uno preparado por Ferrán Adrià y su equipo de cocineros? ¡AJÁ! Pues con la traducción automática pasa algo similar. Del mismo modo que los chefs trabajan con sabores y se dejan guiar por su propio sentido del gusto y su intelecto, los traductores trabajamos con ideas y nos dejamos guiar por nuestra propia capacidad lingüística, que difiere sobremanera de la capacidad de las máquinas.
Por este motivo, por muchos robots de cocina que inventen, el público siempre querrá ir a los mejores restaurantes y probar los platos de los mejores chefs. Y por este motivo también, por mucho que una máquina intente abstraer el estilo de Cortázar en sus traducciones de las novelas de Allan Poe, nunca logrará generar un resultado a su altura. Y, por supuesto, huelga decir que todos preferiremos siempre leer las traducciones de Cortázar a los textos producidos por una máquina. ¡Ains, qué hambre me ha entrado de repente! 😊
- ¿Piensas que la inteligencia artificial será buena o mala para la humanidad? (supongo que es otra forma de preguntarte si eres optimista o pesimista ;-))
Espero y deseo que sea buena. Lo que no me gusta de la tecnología en general es la dependencia que genera. Por ejemplo, hace diez o veinte años, los traductores no tenían que vivir encadenados a un ordenador o a un móvil, algo que ahora está a la orden del día. Los clientes y colegas esperan que les respondas en 24 horas al correo que te han enviado o que resuelvas al instante el problema que te plantean. En consecuencia, prescindir del teléfono móvil o del ordenador ahora se percibe más como un lujo que como un derecho al descanso o a estar desconectado, algo que todos necesitamos para mantener nuestra salud mental. Por eso hago el «esfuerzo» de intentar no tocar el móvil o el ordenador en fin de semana, aunque lamentablemente no siempre me es posible porque ya estoy dentro de esa dinámica y a veces es inevitable caer en ella.
Por desgracia, mucha gente aún no percibe la cuestión de la dependencia tecnológica de esta manera y eso nos convierte por momentos a los traductores y demás profesionales en esclavos de esta tecnología, porque dependemos de ella para desarrollar nuestro oficio. A este respecto encuentro muy interesantes las reflexiones del recientemente fallecido Zygmunt Bauman, que decía que, con nuestro culto a la satisfacción inmediata, muchos de nosotros hemos perdido la capacidad de esperar. No debemos olvidar nunca que la tecnología debe estar ahí para ayudarnos, no para perjudicarnos, y en este sentido creo que la inmediatez tecnológica está produciendo en la sociedad y en los traductores grandes cantidades de estrés y dependencia.
Dicho esto, creo que las posibilidades de la IA y sus aplicaciones son muy interesantes, aunque quizá a algunos se les está yendo un poco de las manos, ya que veo aplicaciones un poco exageradas. ¿Realmente necesitamos coches que aparquen solos o que nos lleven en piloto automático? Igual podrían ser interesantes para gente con algún tipo de problema o con dependencia, pero para aquellos que sabemos conducir lo veo un poco excesivo. En cambio, para los aviones y otros medios de transporte sí me parecen muy interesantes estos avances, pues pueden impedir o prevenir accidentes. Luego, hay otras opciones que me parecen muy atractivas, como a nivel de domótica o en medicina. Los robots aspiradores, por ejemplo, me parecen un gran invento, así como los robots de cocina, que pueden aumentar tu productividad cocinando o resolverte las comidas de varios días de la semana. También me parece muy interesante el potencial de las impresoras 3D, que dicen que pueden ayudar a generar órganos o prótesis y reducir los costes que tienen actualmente. Así que sí, le veo futuro a la IA y a sus tecnologías asociadas siempre y cuando se apliquen con cabeza y sentido común.
Eso sí, insisto, estas cosas hay que tomárselas con calma y no podemos olvidarnos de que es muy importante aprender a valernos por nosotros mismos sin tecnología. El GPS y Google Maps son la caña, pero no pasa nada por interactuar con otras personas si te has perdido, de hecho a veces incluso puede ser más efectivo y rápido que ponerse mirar una pantallita. Como decía mi abuela que en paz descanse, preguntando se llega a Roma. 😊
- Y ahora, volviendo al tema de la traducción. Si un amigo que tiene una empresa internacional te pidiera consejo para elegir un buen traductor (o agencia de traducción) ¿en qué le aconsejarías fijarse antes de contratar a nadie?
Yo generalmente suelo recomendar a gente a la que conozco personalmente. Le aconsejaría que, además del proceso típico de hacer una entrevista para conocer en persona al profesional, le haga una prueba de traducción breve para ver cómo traduce.
- Hace poco tuvimos a tu amigo Pablo Muñoz con nosotros. Aprovechando que no está aquí, te preguntaré, ¿cómo es trabajar con él?
Un coñaz… Ups, perdón, quería decir ¡UN PRIVILEGIO! 😃 La verdad es que no hay palabras para expresar el afecto y la admiración que le tengo a Pablo. Aunque muchos no lo sepan, Pablo es unos añitos mayor que yo, así que cuando empezamos a colaborar para Traduversia y otros proyectos él me llevaba una cierta ventaja profesional. Así que para mí colaborar con él ha sido un aprendizaje en todos los sentidos (como una especie de minimáster xD) y, sin duda, una de las mejores experiencias que he experimentado profesionalmente. He aprendido un montón con él y de él, no ya solo en temas relacionados con la traducción, sino en otros ámbitos como el diseño web, la localización de videojuegos, la productividad… Y también valores como el compañerismo o la profesionalidad.
Además de eso, somos buenos amigos, así que también tenemos tiempo de vez en cuando para quedar en plan más relajado y hablar de otras cosas que también tenemos en común, porque como bien dice Pablo, ¡la vida es algo más que traducir!
- Colaboras con Pablo en traduversia.com, una plataforma desde la que vendéis cursos para traductores, ¿tienes algún consejo para alguien que quiera lanzar una plataforma parecida?
Que se arme de paciencia, porque el proceso de creación es largo a la par que tedioso. Nosotros tardamos casi 9 meses en crear Traduversia, así que fue algo así como un parto. Hay que tener en cuenta que no solo hay que crear una web de e-learning, sino que también hay que tratar otros aspectos relacionados con fiscalidad, legalidad o propiedad intelectual, para los cuales tuvimos que asesorarnos debidamente.
Además de la paciencia, diría que otra clave es la constancia. Hay que trabajar mucho para sacar adelante un proyecto así, por tanto es necesario ser constante e intentar cumplir con los plazos que te marques para que el proyecto no se desequilibre. Siempre que colaboras con otra persona, hay que intentar equilibrar la carga de trabajo y rendir bien, porque si no antes o después el proyecto se acaba quedando cojo.
- Hay muchas plataformas de cursos (y cursos sueltos) que no llegan a ningún sitio, ¿por qué crees que está funcionando la tuya, qué le diferencia?
Supongo que la clave está en el sector al que está enfocada, que es el sector de la traducción. Aunque hay otras empresas que ofertas cursos de formación muy completos, nosotros ofertamos un producto diferente, concreto y muy práctico. Básicamente, nuestros cursos son soluciones a problemas concretos (cómo subtitular con un programa informático, cómo traducir un videojuego con Excel, cómo crear una página web de forma sencilla, etc.) que intentamos resolver sin dar muchos rodeos, para que el alumno aprenda justo lo que necesita en el momento.
Por lo general, los traductores tienen poco tiempo, así que una de sus principales necesidades es resolver problemas concretos en plazos cortos, y creo que eso nuestros cursos son una solución muy adecuada para eso. Son incontables los alumnos que han resuelto un problema concreto que tenían en una o dos semanas gracias a uno de nuestros cursos. Muchas veces nos escriben para agradecérnoslo o lo expresan en las reseñas, y para nosotros es una gran satisfacción. 😊
- ¿Qué es lo que más te gusta de enseñar?
Creo que lo mejor es saber que puedo conseguir que los alumnos que están en un aula conmigo podrían no repetir los errores que yo cometí, porque yo los estoy previniendo para que no los cometan. Algunos los cometerán, claro, porque no siempre cala lo que uno quiere enseñar, pero hay muchos que me escriben después para decirme que les resultó muy útil aprender equis cosa, porque un cliente les pidió justo eso que yo les enseñé a hacer y en lo que yo metí la pata, así que eso sin duda muy gratificante. 😊
- Para finalizar, ¿tienes algún proyecto entre manos actualmente, algo más sobre lo que te gustaría hablarnos?
Además de Traduversia (www.traduversia.com), que es mi proyecto formativo principal, recientemente lancé un canal de YouTube junto con Damián Santilli, un traductor argentino que conocí en mis visitas a Buenos Aires en los últimos años. En ese canal publicamos programas y vídeos con noticias, entrevistas, recursos y demás información relacionada con el mundo de la traducción, así que os recomiendo a todos que le echéis un vistazo al canal, porque seguro que os gustará. Así que lo dicho, nos vemos por Traduversia y por The Translation Show (www.thetranslationshow.com). ¡Hasta pronto! 😊
Adelaida López says
¡Muchas gracias! Muy buen artículo.
Rafael me gustaría saber más o menos el tiempo que tardaste en vivir de la traducción.
Hace apenas un año que me dedico a ello y esto viendo bastantes trabas aunque sea constante y veo poco flujo de trabajo para poder vivir de esto.
¿Qué tiempo límite le pondrías a la perseverancia y a la paciencia?
¡Muuuuchas gracias!