¿Quién no lo ha vivido? Tienes que decidir si ir aquí o allá, si agradar a tal persona y dejar a la otra en la estacada o hacerlo al revés… Y claro, no queremos dejar escapar nada, somos conscientes de que no tenemos forma de saber lo que es mejor o, a veces, incluso tenemos miedo de la elección que en principio ya hemos tomado, y seguimos invirtiendo tiempo y fuerzas en una decisión.
No hay duda, las decisiones pueden convertirse en un arma mortal.
Sin embargo, si nos paramos a analizarlo, podemos llegar a la siguiente conclusión:
Existen pocas decisiones realmente importantes. Muy pocas para las que pueda merecer la pena invertir tiempo en informarse mejor (y ninguna por la que merezca la pena sufrir una vez que hemos decidido).
En esos pocos casos de gran importancia, puede merecer la pena leer análisis y comparativas y hablar con alguien que tenga alguna experiencia (sin olvidar que el valor de los testimonios es nulo, si no se usan bien. Pensemos en cómo decidimos si elegir un empleo u otro, o a qué universidad u hospital ir: uno o dos amigos nos dicen que les fue bien, y eso nos parece que tiene más valor que todo lo demás).
Luego, en la mayoría de casos, es mejor tomar las decisiones sin más. Son decisiones que no importan, decisiones en las que no merece la pena invertir mucho tiempo.
En esos casos, puede ser mejor elegir lo primero que se te ocurra, ya que el beneficio que puedes obtener de encontrar una decisión más estudiada no está en consonancia con el tiempo que tendrías que invertir para alcanzarla.
En general, decide qué es lo que buscas antes de empezar a buscar. Establece los requisitos mínimos y los deseados, decide cuánto estás dispuesto a gastar y se acabo.
Nunca, nunca, te empeñes en conocer todas las variantes posibles antes de tomar una decisión.
Así, si vas a ir a comer, no hace falta que compares los 40 restaurantes más cercanos. Decide qué tipo o tipos de comida te apetecen y cuánto estás dispuesto a gastar. Por supuesto, ten en cuenta tus mínimos en cuanto higiene, espacio, ruido y demás.
Después, busca eso hasta encontrar un restaurante que cumpla los mínimos. No intentes adivinar qué restaurante es mejor según cómo lo han diseñado o cómo son los clientes, ni siquiera el número de clientes te va a dar la seguridad que buscas. Entra y prueba, así sabrás para la próxima si merece la pena.
Y tú, ¿qué haces para decidir? ¡Cuéntanos tus experiencias!
Hay decisiones, que tienen una gran trascendencia para los demás, por ejemplo un médico de urgencias, o un empresario que tiene que dar el puesto a una u otra persona, o un juez que da la razón a uno u otro, o un bombero, en como rescatar a alguien, eso supone más de un 2 o 3 % de tus decisiones y desde luego, hay que pensarlo mucho.
El ejemplo del restaurante parece un tanto banal, en comparación con situaciones de vida donde las decisiones han de ser muy meditadas.
Hola, Leonor:
Por experiencia te digo que para el empresario que tiene que contratar a alguien, la única forma de saber a quién debería contratar es contratar a todos los que se presenten. Con esto no quiero decir que no sea importante estar atento a ciertas señales que te podrán ayudar a decidir, pero de ahí a ser capaz de elegir el mejor…
En cuanto al médico o personal de urgencias, claro, tiene que tomar decisiones, pero más que la decisión en sí y la parte de investigación, importa la rapidez y claridad mental. El profesional debe saber qué es lo que tiene que tiene que observar y qué es lo que tiene que hacer, no puede detenerse a pensar qué debería hacer o ponerse a debatir y mirar libros para buscar la respuesta más adecuada. Es decir, son decisiones semi-automáticas (igual que nos pasa a la mayoría en nuestros trabajos).
Ahora bien, ¿qué pasa con el que decide qué profesión elegir o si casarse o tener hijos? Estoy convencido, no existen suficientes datos en el mundo que puedan ayudarle con su decisión. En el caso de la profesión, tendrá que probar, en los otros dos, tendrá que elegir lo que más le apetezca (eso sí, antes de decidir tener hijos, estaría bien que se acerque a sus sobrinos o a los hijos de amigos y se intente poner en el lugar de los padres). Como decía antes, no es cuestión de no pensar, sino de obtener rápidamente la información mínima necesaria para tomar la decisión y decidir.
¿Quién creo yo que debe tomarse su tiempo para decidir? El que se encuentre ante una decisión importante, con consecuencias a largo plazo, y (esta parte es muy importante) pueda conseguir más información relevante sin un coste demasiado alto en comparación con la importancia de la decisión.
Y ¿quién creo que debería tomar una decisión lo más rápidamente posible? Todo aquel que ya haya tomado en el fondo una decisión, pero la inseguridad no le deje zanjar el asunto hasta que no le quede más remedio, hasta que haya llegado la fecha límite.
¡Felices decisiones!